La carne que no es carne
Como sacada de una película, la carne cultivada en laboratorios es una realidad. Algunos la ven como una herramienta para reducir el impacto de la industria cárnica en el medio ambiente y respetar a los animales, mientras que otros la perciben como una amenaza para su cultura, tradiciones e identidad.
El reto de la dieta vegana
El veganismo ha pasado de ser un movimiento a convertirse en un estilo de vida, especialmente en ciudades donde restaurantes, supermercados e incluso tiendas de ropa ofrecen exclusivamente productos de origen vegetal. Desde mi perspectiva, el objetivo del veganismo es el respeto hacia los animales y el medio ambiente a través del consumo de productos libres de ingredientes de origen animal.
En términos alimenticios, el reto de adoptar un estilo de vida vegano radica en encontrar los mismos nutrientes que ofrece la carne en alimentos de origen vegetal. Aunque la carne es una excelente fuente de proteínas, nutrientes como la vitamina B12, el hierro y los ácidos grasos omega-3 son difíciles de encontrar en alimentos vegetales, y cuando se encuentran, nuestros cuerpos no los absorben tan fácilmente como los que se encuentran en la carne.
¿Por qué existe la carne vegana?
Consumimos carne por tradición y, sobre todo, por conveniencia, ya que existe una variedad suficiente de vegetales, granos, legumbres y otros alimentos para llevar una vida sin carne. Sin embargo, es mucho más práctico preparar una comida con carne que una vegana, especialmente con el estilo de vida que llevamos hoy en día.
Además, en el negocio de comida, además de ser más práctico vender carne, también es mucho más rentable. Sin embargo, la ventaja definitiva de la carne radica en su sabor y textura, características que el consumidor promedio no está dispuesto a sacrificar, ni siquiera para minimizar el impacto del calentamiento global.
El más reciente invento del capitalismo
Es aquí donde el capitalismo interviene, ya que varias startups se han dedicado a desarrollar carnes de laboratorio, y más recientemente, huevos, sin causar daño a ningún animal. En un inicio, se pensó que estos productos aliviarían la presión sobre nuestro sistema alimentario, ya que al producir carne de esta manera se eliminan los altos costos económicos y ambientales de las granjas masivas de ganadería, como el consumo de agua y la ocupación de tierras, por mencionar algunos ejemplos.
Sin embargo, el desarrollo de estos productos no ha sido tan rápido como se esperaba, ni fácil ni barato, y hasta el momento ninguna empresa ha podido escalar su producción. Además, ninguno de los diferentes tipos de carne vegana ofrece los mismos nutrientes que la carne de origen animal.
A pesar de ello, el interés de los inversionistas sigue respaldando el desarrollo de la carne cultivada. Actualmente existen alrededor de 20 complejos dedicados al cultivo de carnes, en una industria en la que se han invertido cerca de 2.8 billones de dólares en 2022, año en el que el mercado global estaba valuado en 4.40 billones de dólares. Se pronostica un crecimiento sólido en los próximos años, lo que llevaría a una valuación de 16 billones de dólares para 2030. Habrá que esperar para ver si se mantiene este pronóstico, ya que las presiones de los inversionistas aumentan, al igual que la información sobre los potenciales efectos en la salud que podrían limitar la comercialización de estos productos en caso de una mayor regulación.
La carne vegana y su impacto en la cultura
En noviembre de 2023, el gobierno italiano aprobó una ley para prohibir la elaboración y venta de carnes sintéticas en Italia. Es importante recordar que existen diferentes formas de producir carne vegana, y esta ley se enfoca exclusivamente en las carnes sintéticas, es decir, aquellas elaboradas en laboratorios.
Según el ministro de agricultura, el objetivo es proteger las tradiciones nacionales y la salud de los italianos. Dado que es un producto muy novedoso, aún no se pueden definir completamente los efectos que la carne de laboratorio podría tener en la salud.
El principal argumento de esta ley es que si se pierde la conexión entre los alimentos y las personas que los producen, sería muy fácil trasladar la producción a lugares con mejores beneficios fiscales o menos regulación, lo que afectaría la calidad de los alimentos. Sin embargo, está claro que los únicos que trasladarían sus plantas de producción serían los grandes corporativos de carne, ya que los pequeños y medianos productores de carne no cuentan con el capital para hacerlo. Además, tampoco tienen la intención de hacerlo, ya que, aunque sea un negocio, al final, es su estilo de vida y lo hacen más por tradición que por dinero.
La medida también prohíbe el uso de nombres de carne en productos que no contienen carne. Utilizar nombres que tradicionalmente hacen referencia a productos de origen animal, como salami o pancetta, genera confusión y, de alguna manera, se apropia de su identidad. Autoridades en Francia y Estados Unidos también consideran vetos con argumentos similares, lo que hace que el panorama para la carne que no es carne sea cada vez menos viable.